
Bajaba de un taxi. Lo primero que vi fue cómo apoyaba sus preciosos zapatos en la calzada. Sus tobillos, envueltos en unas medias de color carne, aún permanecen en mi recuerdo sin poder olvidarlos. Creo que jamás veré unos pies más excitantes. Cerró la puerta del taxi, se giró y sonrió. Como si todo estuviera minuciosamente ensayado, el caso es que pocos minutos después estábamos saboreando un exquisito Moët & Chandon en mi habitación. Apenas pudimos seguir hablando.
Yo no podía parar de mirar sus pies descalzos sobre mi cama y comencé a masajearlos. En ese momento, ella cerró los ojos de placer y me facilitó el masaje acomodándose en la cama. Desde ese momento, no volvimos a cruzar palabra hasta el día siguiente.
El champán iba desapareciendo al mismo ritmo que su ropa... poco a poco se iba desnudando para ampliar la zona de masaje. Mientras, cada vez que dejaba de acariciar uno de sus pies, aprovechaba para pasarlo por mi pecho, mi cuello y mi boca, y entonces yo besaba sus pequeños dedos, sus plantas, talones y preciosos tobillos. Pocas veces he tenido una erección similar.
No pudimos aguantar mucho más. Sus medias estaban empapadas porque mi lengua no paró de recorrer sus pies y, así, cubiertos por la suave y delicada seda mojada, los paseó por mis genitales hasta que le pedí que parase. Entonces, con su boca me colocó un preservativo y empezamos a hacer el amor. No sé cómo pude aguantar esa batalla, pero decidimos descansar cuando ambos estábamos chorreando de sudor. Nos invadió la pasión y nos contagiamos de erotismo... todo por un par de preciosos pies.
De madrugada, ella miraba por la ventana de la habitación. Estaba amaneciendo. Me levanté de la cama y me puse detrás de ella. Sólo el roce de nuestros cuerpos nos puso la carne de gallina. Ella dobló su pierna derecha, pasando su pie desnudo por detrás de mi muslo para que lo acariciase con mis manos... y así fue. Con una mano en su tobillo y la otra en su cintura empecé a penetrarla desde atrás, mientras ella seguía mirando por la ventana. Nos volvimos a correr... ella repetidas veces, no paraba de tener orgasmos, sin apartar su mirada de todo lo que pasaba por esa avenida coruñense. Una manera diferente de conocer La Coruña... y La Coruña a sus pies.
SeamedMan
1 comentario:
Bufff... nos hemos puesto a 100.
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