
Ahora creo posible sentir pura atracción sexual tan sólo gracias a unos minutos de conversación o de intercambio de miradas. Me invade una sensación de sudor frío cuando recuerdo alguna de aquellas noches de locura. Ha pasado tiempo, pero no puedo olvidar sus gestos, sus ojos de color verde intenso y su apasionada forma de hacer el amor. No puedo olvidar sus secretos besos, su dulce lengua, sus manos y la forma de tocarme. ¿Acaso tú no recuerdas aquellas noches de verano? ese juego provocado por una sonrisa... Así empezó todo… con su sonrisa pícara, mirada intensa, y rodeados de un incomparable marco natural: en un castillo, en lo alto de una montaña.
Sentada en uno de los sillones de aquél hall, esperando su llegada, me sorprendió por detrás tapándome los ojos con una mano y, la otra, con un suave movimiento llego hasta mi tobillo de una forma muy delicada. Me excité y le pedí que se sentara frente a mí. Se apoderó de mí una necesidad vital de tener todo su cuerpo para mí. No podía esperar mas. Cambie mi postura dejando mis pies debajo de la mesa libres de mis tacones, y empecé a separar sus piernas con un suave masaje con la punta de mis pies.
En ese momento comenzó un juego erótico como ningún otro puedo recordar. Mientras mis piernas rozaban las suyas, la tensión iba creciendo… igual que el bulto con el que tropezaron mis inquietos pies. No pudimos prolongar por más tiempo esa tortura. Nos levantamos de forma discreta, buscando el primer ascensor que nos lleve a cualquier lugar escondido, cualquier lugar que nos dejase experimentar algo nuevo.
Así, encontramos una puerta que escondía un pequeño gimnasio. Su espectacular cristalera dejaba ver perfectamente, gracias a la luz de la luna intensa, todas esas máquinas y un pequeño jacuzzi, cuyas burbujas parecían llamarnos a voces. Con los zapatos en la mano y mis pies descalzos avancé hacia allí, arrastrándole de la mano como si fuera a acabarse la noche en aquél preciso instante.
Con el agua hasta la cintura, nuestras lenguas no dejaban de entrelazarse, bocas ansiosas que se comían la una a la otra con desesperación. Nos excitamos al máximo cuando su dedo empezaba a indagar, desde mis labios, bajando poco a poco, haciendo un lento recorrido por mis pechos, recreándose en el ombligo y bajando aun más, acabando entre mis piernas. Fue entonces cuando me di cuenta de que aún no me había quitado mis medias, ausente, en otro mundo del que no quería volver jamás.
Pero antes de advertirle del contratiempo, un rápido e inesperado movimiento rasgó las medias, sin apenas tiempo de reaccionar para abrirme completamente a su merced. Quería que me hiciera todo… todo valía aquella noche.
Y ahí seguíamos empapados, rodeados de burbujas y gemidos, sintiendo cómo me llenaba por dentro y por fuera.
Shaira
1 comentario:
Maravillosa historia. Qué envidia!!!
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