Con el tiempo Adán se puso muy gordo y ya no podía subir a los árboles así que Eva se encargaba de recolectar los frutos. Adán empezó a perder la educación llamándola ramera (con el tiempo este calificativo tuvo un significado más amplio) y tan pronto Eva volvía con la comida él se comía la mayor parte, se la follaba y luego se quedaba dormido sin darle siquiera las gracias.
Un día harta de tener que ir a la compra sola, volver cargada como una mula y en fin hacer de esclava, empezó a recoger los frutos que ya maduros iban cayendo al suelo… Aunque había sido advertida sobre el árbol maldito, sus frutos también se amontonaban entre las hierbas mezclándose con los corrientes. Eva estaba cansada y recogió tanto buenos como prohibidos. Al llegar al lado de Adán, éste se zampó los mejores y dejó a Eva los restos como siempre.
Lo que ellos no sabían era que el fruto de aquel árbol devolvía la fertilidad a los seres vivos… en unos meses la tripa de Eva empezó a crecer y se puso tan gorda como la de Adán. Ahora, recoger comida se hizo penoso para los dos.
Dios , que estaba ocupado en otros mundos volvió a echar un vistazo a la Tierra y contempló el desastre. Al preguntar a la pareja, estos se enzarzaron en lo que fue la primera discusión macho-hembra. Como juez supremo, y sin darles opción a un abogado, los echó del Paraíso al desforestado desierto condenándoles a errar sin rumbo. Para ello, transformó sus extremidades inferiores en útiles pies, más aptos para el destierro.
Con el tiempo los hombres descuidaron la apariencia e higiene de los pies ya que les recordaba la pérdida del cómodo Edén, sin embargo las mujeres los cuidaron y acicalaron siempre con mimo, pues la pérdida del Paraíso fue “el primer paso” para salir de su primera y no última experiencia como esclavas.
Súcubo
1 comentario:
Que se lo digan a Frodo.
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