
Sabes de sobra que ese perfume que te pones cada vez que nos vemos es mi preferido, que me pones malo, enfermo, que a la vez eres capaz de sacar lo mejor de mi sin que parezcas ser consciente de que en efecto así lo haces. Me faltan brazos para abrazarte y no soltarte, para que al igual que yo, quedes prisionera de mi cama. Sabes de sobra que me cuestan tus ausencias, que me tienes enganchadito como un niño chico a su dulce preferido, que te estaría devorando una y otra vez hasta quedarme saciado sin saciarme del todo y que cada rincón de tu cuerpo es un nuevo terreno desconocido por descubrir.
Si tuviera que decir que es lo que más me gusta de ti, la respuesta sería muy simple: “Me gustas tú”, tal y como estás y tal y como eres, de la cabeza a los pies y desde la primera palabra, hasta la última que sale de tu boca, sabes que si viene de ti me lo creo, aunque digas que sea de noche y estemos a mediodía. ¿Sabes una cosa? Me gustaría que fueras tú la que me secuestraras, que me encerraras en algún lugar y que hicieras conmigo lo que te diera la real gana, yo mismo me tragaría la llave de tan placentera prisión.
Me acuerdo de cuando me decías “inocente”, cierto es que cada vez lo voy siendo menos, pero contigo me aflojo, me sigo sintiendo niño aunque ya roce la treintena y lo mejor es que me gusta sentirme así. Así me siento cuando te vistes frente al espejo de mi habitación, sentada en mi taburete, a medio vestir o desnuda, cuando te pintas o te maquillas… Me quedo en silencio, idiotizado, mudo, lo más que me sale en ese momento es abrir la boca para no decir nada. Lo único que puedo hacer es acercarme a besarte, a abrazarte y a rogar porque nunca más te volvieras a vestir.
“Que se pare el tiempo de nuevo”, es lo que rezo cuando veo que ya por último te pones los tacones, recuerdo que hace sólo unas horas te estaba dando ese masaje en los pies que tanto me gusta darte, entre mimos y susurros, me encanta que te quedes dormidita en mi cama así, tan tranquilita y tan a gusto… ¡Como una reina! Que es como te veo, así como una reina disfrutando de su momento de merecido descanso.
Una vez que te has ido y veo como ha quedado mi habitación, el olor al humo del tabaco que nos hemos estado fumando desde anoche y el inconfundible olor de tu perfume en mi cama, me voy a dormir más contento. Aunque me sigue pareciendo que lo he soñado. Se que es verdad, porque te huelo todavía y porque estoy cansado, gustosamente cansado de haberte dado todo el placer y descanso que me cabía dentro y más que te quisiera dar, aunque dejara a deber en otra parte si la hubiera.
Desde el primer pelo hasta el último rincón de piel, para tu completa satisfacción.
Un fuerte abrazo.
Arcángel.
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